Hace tiempo
que no escribo. Sea por falta de tiempo, de un buen tema, o simplemente de
interés. Sin embargo, no me gusta perder
la oportunidad de escribir sobre algo que puede enseñar. Sobre todo cuando se
trata de algo que la mayoría, incluido yo, hemos pasado por alto y lo pasamos
por alto todos los días: La importancia de nuestra capacidad de ser
autosuficientes. Nosotros despertamos por la mañana, caminamos hasta el baño,
nos ocupamos, tomamos una ducha todos los días y jamás nos detenemos a pensar
que pasaría si de pronto no pudiéramos hacer eso. Para alguien que ha nacido sin ninguna
discapacidad, de pronto perder su habilidad para hacer las cosas más simples,
como caminar, tomar una ducha o ir al baño por su cuenta, es una de las cosas
más duras que uno puede pasar. Yo lo sé porque yo lo he tenido que pasar. Lo
que sigue es un recuento de mi historia, redactada con la esperanza que ayude a
aquellos que tienen amigos, familiares o conocidos en esta situación a entender
a estas personas mejor. Si les sucede, mi esperanza es que les ayude a copar
con ello. Creo que es importante para las personas que rodean a estos
discapacitados ponerse en el lugar de ellos y es mi esperanza que esta
publicación ayude a este fin. Quedan advertidos sin embargo, que aquí no hay
sutilezas, aquí no hay indirectas. He sido lo más claro, crudo y directo que he
podido. Es importante que tome usted en cuenta que este artículo ha sido
escrito en un lapso de meses, pues quería que esté lo más fresco posible en mi
memoria mientras lo escribía, pero también quería que esté toda la historia.
Tiendo a revisar mi trabajo y a veces mucho tiempo después de escrito, mientras
reviso decido agregar algo.
Corría
el 02 de abril del 2015. Luego de una
larga noche laborando de taxista en un local, me llamó como a las 7 am una
clienta. Ella recién salía de trabajar el turno nocturno en un casino. Me pidió
que la lleve a su casa, no sin antes pasar por el centro de Lima por una
encomienda que sus padres le habían enviado desde el interior del país. Luego
de recoger el paquete enrumbamos a su casa en San Miguel. Llegamos, le ayudé a
bajar los paquetes, me despedí, caminé a mi auto y arranqué. Por motivos que
aún desconozco, no recuerdo nada más que eso, hasta que me desperté al menos 2 días
después en el hospital, luego de la operación. Lo curioso del asunto es que
según mis familiares y amigos, jamás perdí el conocimiento. Estaba despierto y
consciente durante los 50 minutos que les tomó a los bomberos sacarme y luego
en el hospital. Aquí les dejo un link hacia la noticia del accidente:
http://trome.pe/actualidad/le-da-ataque-asma-y-se-estrella-contra-letrero-2044540
Si bien la
prensa es rápida para echarle la culpa a un ataque de asma, lo cierto es que
para ellos es bien simple: "si está parado sobre el cuerpo con un arma, es
el asesino". Jamás investigan más allá. Bueno, en este caso, dudo mucho
que lo haya sido. Yo tengo un tipo de asma muy leve. Tanto así que jamás me
falta el aire. Lo peor que me sucede es sentir una molestia a la hora de
inhalar, nada más. Incluso luego de
correr el famoso "cross country" del Markham, que son como 5
kilómetros, jamás he tenido un ataque de ese tipo. Uso sólo Salbutamol.
En fin,
creo que ya me explayé demasiado. El diagnóstico era simple: Fractura de pelvis
en 8 pedazos y sangrado interno producto de la fractura. Si bien nadie me ha dicho textualmente que tan serio
era el sangrado, creo que con decir que al momento de entrar al quirófano, el
04 de abril, tenía 07 de hemoglobina de un normal de casi 14 para un adulto, lo
digo todo.
Al despertar, lo primero que vi fue esto:
Honestamente,
lo primero que me pasó por la cabeza fue "¿ahora qué chucha hice?" Lo
que tienen que saber es que jamás manejo ebrio, no consumo drogas así que
tampoco lo hago bajo esos efectos. Lo dije porque era obvio que la había
cagado. Lo más duro de todo era no recordar nada del accidente. Soy una persona
que acepta cuando la caga, pero en este caso el no saber fue duro. De saber que
fui yo el que la cagó, hubiera podido decir "ok, fue tu error, tienes que
vivir con esto por un tiempo". Hasta el día de hoy no tengo esa
tranquilidad. Al menos hasta ese momento pensé que era lo más duro.
De pronto
tenía prohibido caminar, pero perdí mucho más que eso. De pronto ya no podía
trabajar, no podía casi moverme, era esencialmente un costal de papas. Pasé de
ser una persona que trabajaba y hacia sus cosas sólo a depender de otros para
todo, desde alcanzarme cosas hasta ir al baño. Para una persona como yo, es muy
difícil de pronto aceptar todas las cosas que esa situación involucra. Fue
tanto así el golpe psicológico que entré en lo que creo fue una depresión
durante la primera semana. Durante ese tiempo casi no comía. El llamado
papagayo, o como yo lo bauticé "papalote", era lo más aceptable de
todo. Era una jarra que me alcanzaban para que orine. Podía guardar cierto pudor y dignidad
haciendo un montículo con la sábana al lado y hasta cierto punto tenía cierta
privacidad. El que un grupo de personas de pronto te vean desnudo cuando te
bañan, viene siguiente en mi lista. Lo más inaceptable de todo por lejos para
mí era la llamada "chata". Es una especie de pala que se coloca
debajo del culo, poto, trasero, o como guste usted llamarlo, del lisiado para
que pueda este defecar. Jamás llegué a acostumbrarme a que alguien más me
limpie le culo, pero hice mis pases con el hecho de que no tenía otra opción.
El dolor
casi permanente que hasta hoy siento es muy variado, así que vamos por partes.
Para empezar tengo 4 heridas abiertas, de donde salen los clavos. Son heridas
que hay de desinfectar diariamente y pues tienen el problema de que si me muevo
de una forma muy rápida y la piel "se jala", duele. Luego he tenido
dolor en prácticamente todos los lugares del ombligo para abajo. Muchos de esos
dolores eran musculares, pero los peores sin duda eran los causados por un
musculo inflamado que apretaba un nervio, el nervio ciático. Ese nervio recorre
mínimo (basado en lo que he podido sentir) la cadera y toda la pierna. En una
ocasión me llegó a doler desde la nuca hasta casi los dedos del pie derecho.
Tienes también los clavos y los suspensores, aquellos de la foto. No han sido
pocas las veces en que por un mal cálculo golpeé estos metales, causándome una
gran cantidad de dolor propia de un hueso fracturado. Es importante que usted
sepa que le duele a una persona. Si usted entiende la cantidad de posibles
fuentes de dolor de la persona, podrá manejarla mejor. No es agradable en
absoluto vivir adolorido. El hacerlo te lleva a estar permanentemente a la
defensiva, estar de mal humor. El dolor, combinado con la frustración es algo
terrible para una persona. Desarrollé mucha intolerancia, aunque pude barajarla
un poco con humor. En lugar de decir "no seas tarado" solía decir
"ya pues sanazo". Muchas veces me fue muy difícil lograr eso y
simplemente explotaba. Preguntar sobre algo obvio era un pecado mortal,
suficiente para ponerme sarcástico e irónico. No ayudaba el hecho de mi
incomodidad para dormir. Soy de las personas que duermen de lado, por los
fierros me era casi imposible.
Puedo decir
incluso que he llegado a ser un poco paranoico. Una cosa que tienen que evitar
hacer a toda costa, es tomarse libertades que no le corresponden. A lo largo de
los años, mi madre, que siempre ha vivido obsesionada con el hecho de que yo
estoy "muy gordo", decidió tomarse algunas libertades con respecto a
mi dieta desde que llegué a mi casa. Siempre he sido una persona que con un
metro 94 de altura ha comido bien, buenas cantidades y de pronto tenía que
comer lo que yo catalogo como una "ración de judío en campo de
concentración Nazi". Es cierto, siempre he estado un poco subido de peso,
algunas veces muy subido de peso, pero aparte de todo lo que estaba pasando,
los dolores y demás, lo peor era sumarle el hecho de tener hambre todo el día.
Lo único que se lograba con eso era elevar mis niveles de frustración. Lo que
tienen que recordar es que en casos como este, lo importante es la psique. Está
bien que yo esté un poco gordo, pero no necesitaba en ese momento la
frustración adicional. En cualquier momento de mi vida puedo bajar de peso,
pero no es bueno ni tiene por qué ser mientras estoy sufriendo un trauma
psicológico. Solía molestarme mucho eso y siempre pedía más, renegaba y
"puteaba". Incluso mientras escribo estas líneas, ya más de 3 meses
después del accidente, me siguen teniendo así. Sin embargo, esta es una
"vía de 2 sentidos" y de la misma manera que yo pretendo ser
comprendido, comprendo también. Entiendo que mi madre ahora tiene gastos
extras, no sólo por mis gastos médicos sino también por mis gastos que ahora
que no estoy trabajando, me ayuda a cubrir. Todavía sospecho que no se debe a
eso, quizá estoy siendo paranoico, pero como mi madre bien me enseñó, hay un
refrán antiguo que dice "hazte fama y échate a la cama" y las
evidencias que manejo, me llevan a concluir que mi madre sólo está siendo como
yo sé que es. Los domingos pedimos comida, o la compramos en la calle y la
acompañamos con una gaseosa. Desde el accidente mi madre se ha puesto a comprar
"inca kola zero". Su excusa: "yo también tomo y a mi me
gusta". Ok, hasta ahí es aceptable. Cuando sin embargo, en 2 fines de
semana ella no ha tomado una sola gota de la gaseosa, te da que pensar.
Llegó entonces mi primer chequeo. Tuvieron que venir en ambulancia (no hay
ascensor en mi edificio, pero felizmente es un segundo piso) y tuvieron
que ponerme en "la cuchara" y maniobrarme para poder bajarme y
subirme. Odié la cuchara. Me tomaron una radiografía, me vió el doctor y me
dijo que todo iba "dentro de lo esperado". El viaje en ambulancia fue
divertido.
Con el
pasar del tiempo y gracias a la fisioterapia, logré hacer algunas cosas. Al
principio cuando por fin me autorizaron sentarme, me mareaba y tenía un dolor
en la parte superior del trasero. Ese dolor hasta el día de hoy, ya más de 3
meses después del accidente, aún me acompaña, aunque en menor medida. Mi
terapeuta me dice que me duele la sínfisis púbica, yo no estoy tan seguro.
Podría ser el coxis.
Poco a poco
pude irme pasando a una silla de ruedas y aunque con poco grado de autonomía,
podía moverme por la casa. No podía aguantar mucho tiempo sentado en la silla,
pero creo que coincidirán conmigo en que peor era nada. Podía al menos moverme
a mi cuarto a la computadora. Cabe recalcar que por problemas de maniobrabilidad y la incapacidad de pasarme por la puerta de mi cuarto debido al ángulo, me
tuvieron que instalar en el cuarto de mi madre.
Luego vino
el día en que me autorizaron utilizar el andador. Fue como al mes y medio de la
operación, y como en este punto ya mis niveles de frustración salían de toda
escala, fue un gran paso, pero a su vez fue una visión profética de mi vejez.
Llegó
entonces el 21 de junio, un día que voy a recordar toda mi vida. Harto ya de
tal atropello a mi dignidad, sabía lo que quería y nadie me iba a detener:
quería poder ocuparme solo en el baño y dejar de sentirme inútil. Contrario al
consejo de mi doctor, cogí mi andador, me fui al baño, me senté en el water (o
inodoro) y me ocupé. Ese día me declaré "Chata Free". Nunca más volví
a usar esa pala (por su forma) del mal. Decidí entonces que quería una vida más
"normal". Un día me llamaron de la comisaría de Magdalena, había una
aclaración que hacer con respecto al atestado. Cogí mi auto, con fierros y todo, y manejé hasta allá. Tuve que bajar la
escalera de mi casa despacio y sentado (cosa que el doctor luego dijo que era
peor porque el impacto iba directo a mi pelvis) pero fui extremadamente
cuidadoso, el impacto fue mínimo. A nadie le gustó, todo el mundo pensó que fui
un inconsciente. De regreso manejó mi madre (no la culpen, no es como si
hubiera podido hacer algo para detenerme) pero claro, nadie se daba cuenta que
yo soy una persona que conoce y respeta sus límites. Encontré sin embargo, que
tenía en un inicio, problemas para calcular. Casi raspo varios autos en mi
cuadra y de hecho raspé el mío contra el marco de la puerta del garaje.
Una semana
después, llegó el que fue quizá el día más frustrante de todos. Era el día de
mi cita con el doctor. El día que se suponían me tenían que retirar los clavos.
Me desperté temprano, vino la ambulancia, esta vez no tuvieron que usar la
cuchara, me bajaron en silla de ruedas y lo sufrí todo el camino. Cada bache,
cada curva, cada rompe muelles era un dolor que iba derecho a mi pelvis. Para
mi decepción y furia, el doctor decidió que sería mejor esperar 2 semanas más y
fue ese día en el que exploté. Estaba furioso, no lo voy a negar. Quería que me
saquen los fierros, quería mi normalidad de vuelta y no la obtuve, pero
sobretodo quería dejar de sentir dolor. El retorno a mi casa fue casi tan malo
como la ida. Al volver a mi casa, cada golpecito por mi torpeza en los fierros
(que por cierto me dolían como diablos porque la vibración iba directamente a
mi pelvis) eran culpa del doctor, o lo era para mí. Eso fue acumulando y acumulando mi furia y
frustración, hasta el punto en el que de hecho rompí el andador. Bueno, mejor
dicho le doblé una pata de un golpe. Durante las siguientes 2 semanas entré en
lo que se podría catalogar como una etapa rebelde. Estaba decidido a ignorar
los fierros y hacer mi vida lo mejor que pudiera. En buen cristiano, me empezó
a "llegar al pincho" el dolor que me causaban los fierros y lo
aguanté. Empecé a dormir de lado, aunque no lo lograba por mucho tiempo. Fueron
las 2 semanas más largas de mi vida.
Llegó entonces ahora sí el gran día. Me desperté temprano, vino la ambulancia,
me bajaron en silla de ruedas y me bajaron muy contento y feliz. Al llegar al
hospital, pase directo al laboratorio para los análisis pre operatorios. Cometí
el error de tomar algo de agua por tener sed, no mucha, pero agua al final.
Luego pagaría por ese error. Luego de los exámenes, esperé en la sala de
traumatología, me eduqué y divertí viendo las radiografías de otros pacientes
en un televisor que tienen montado ahí para uso de los médicos con fines de
diagnóstico. Aproximadamente 45 minutos después me dieron el visto bueno para
ir a sala. Subí y me metieron a un baño donde tuve que sacarme toda la ropa y ponerme
la bata de operaciones y unos como costales de tela para los pies. Caminé hasta
afuera, donde me esperaron con una silla de ruedas. Luego en el quirófano me
pasé a la mesa. Antes de empezar, el doctor me levantó la bata, quería ver como
era el tema de los fierros. Tuvo la amabilidad de pedirme disculpas, ya que
esto causaba que todos los presentes me vieran los genitales. Yo le respondí
"no se preocupe, en los últimos 2 meses ya perdí mi dignidad, ya es sólo
una raya más al tigre". Todos se rieron mucho. Me inyectaron la anestesia,
empecé a sentir el cuerpo adormecido y me pusieron una mascarilla para inhalar
con más anestésico. Al cabo de un par de minutos, perdí la conciencia, no sin
antes preguntar la hora.
Cuando
recobré la conciencia, lo primero que hice fue preguntar la hora. Habían pasado
sólo unos 25 minutos. Estaba muy mareado
y con nauseas. Me colocaron en el corredor cerca a una estación de enfermeras,
puesto que la operación sólo iba a ser ambulatoria. Pocos minutos después un
doctor pasó y preguntó "¿Qué pasa con este paciente?" a lo que una de
las enfermeras que estaba ahí le respondió "ahorita lo vienen a recoger"
y yo dije "si por favor, que me recojan". Luego me pasaron a una
sección del corredor cerrada con biombos.
Me vestí. Al cabo de unos minutos llegaron los de la ambulancia. En el
ascensor es donde pagué mi error de tomar agua y vomité. Felizmente, fue dentro
de una bolsa de plástico que me alcanzaron. Cuando llegué a mi casa, lo único
que hice fue caer como costal de papas en mi cama.
De pronto
todo se volvió mucho mejor. No casi perfecto, pero mucho mejor. Luego de algunas
pruebas, me despedí de mi enfermero (como por ejemplo saber si podía bañarme
por mi propia cuenta). Podía dormir de lado e ir de un lado al otro con mucho
menos dolor. El doctor me prohibió subir y bajar escaleras y manejar. En un
chequeo posterior me dijo que ya podía manejar, pero midiéndome, cosa que he
cumplido hasta ahora. A veces me exijo quizá más de lo que debería, pero nunca
demasiado, un pequeño dolor fuera de los comunes y paraba lo que estuviera
haciendo.
Ha pasado ya un poco más de un mes de mi última operación. No estoy al 100%,
todavía me cuesta caminar y tengo dolores musculares. Pasé del andador a muletas,
luego sólo una y pronto va a ser un bastón. Me han autorizado caminar sin nada
dentro de mi casa. Fuera de ella, por precaución tengo que usar una muleta.
Felizmente estoy rumbo a una recuperación completa.
Hay algunos
puntos que me gustaría dejarle mi querido lector. Espero que los tenga
presentes cuando trate con alguien con una lesión similar.
1. Una
persona en esa situación ya está bastante frustrada e irritable. Hay que pensar
bien lo que se dice antes que se diga. Si se le pasa hacer esto, tenga
paciencia, porque la probabilidad no es que la respuesta sea amable.
2. Una
persona en esa situación busca recuperar su normalidad. No trate de controlarlo
ni restringirlo. Si, cuide que no se exceda, pero hágalo de buena forma, no forzándolo, sino discutiéndole alturadamente.
3. No trate
de imponerle nada a alguien en esa situación, no necesita la frustración extra.
Dialogue y trate de convencerlo de, por ejemplo, hacer dieta. Imponerle algo y
hacerlo morirse de hambre, no es algo que necesite en ese momento.
4. Si lo
siente irritable, dele su espacio, es mucho por lo que uno pasa, pero como toda
tormenta, termina pasando.
5. Si usted
está en esta situación, trate de comprender, de ser el caso, que si usted está
trabajando ya no podrá hacerlo. Las deudas se le van a acumular y su familia va
a ayudarle con esos gastos. Va a tener que aceptar algunos "cortes
presupuestales", dependiendo del caso, y va a tener que aceptar algunas cosas. Quizá una
menor cantidad de comida, que preparen cosas que no le gustan porque son más
económicas y quizá otras cosas por el estilo.
Espero que
esta publicación sirva para que otros entiendan lo que es pasar por algo así y
tengan paciencia y puedan hacer sentir a esa persona más cómoda y facilitarle
los duros días que pasa.