Hace varios meses, quizá un año o dos, sinceramente no lo recuerdo, me di contra la dura pared de la realidad. Tuve que tomar la decisión más dura de me vida, pues tuve que elegir entre mi bien y el bien de quien en su momento fue la persona más importante en mi vida. Aunque en su momento parecía lo correcto, descubriría después que fue un error. La idea (idiota por cierto) era que dañaba a esa persona con mi sola presencia. Tuve 2 opciones, alejarme de ella y "quemar los barcos" (entiendase hacer que se moleste conmigo) para que no pueda yo volver aunque quisiera, sabiendo que la iba a pasar muy mal, o quedarme y no hacer nada bajo la idea de que la dañaba. Elegí la primera. Luego de un tiempo, decidí arreglar las cosas, pues me di cuenta de mi error, sólo para darme contra la realidad de cara.
Según la versión de la chica en cuestión, su mejor amiga, le contó sobre mi artículo “Sweet Child o’ mine” a un amigo, quien decidió meter su hocico de perro faldero en lo que no era de su incumbencia. Producto de esto, nació mi alter-ego. Lo que ni yo me imaginaba en ese momento era que en realidad me iba a gustar esa forma de ser.
La chica por la que había movido cielo y tierra durante años, la que adoraba y que si, para qué negarlo, en un punto llegué a amar, no le podía importar menos nuestra amistad. Luego de dimes y diretes donde yo vi lo que quise ver, donde ella aparentemente sólo podía pensar en ella y el daño que le había hecho, donde ni siquiera al final pudo ser sincera conmigo, mi alter-ego pasó a tomar el papel protagónico en mi vida.
Este personaje, inspirado en el Dr. Gregory House, de la serie de televisión Dr. House, es un maldito hijo de puta al que no le puede importar menos los sentimientos del resto, que detesta a las personas, que tiene curiosidad por todo lo extraño. Su palabra favorita es idiota, no cree en reglas y siempre ve la forma de “darles vuelta” para pasar sobre ellas y salirse con la suya. Es un observador minucioso, analiza cada palabra que cada persona dice, la forma de decirlo y saca conclusiones. Un maldito hijo de puta manipulador sin ninguna consideración por los sentimientos de los demás y un total maestro en lo que hace sería la descripción más acertada. Es alguien que dice lo que piensa y lo que cree, al diablo lo que los demás piensen de él. Miente, engaña y roba, de ser necesario, para conseguir lo que quiere. Cuando se trata de resolver un caso, hace lo que sea para lograrlo. Si de ver lo que otros no ven se trata, él es el maestro indiscutible. La razón y la lógica juegan papeles protagónicos en su vida. La religión y el amor son idioteces para él. Todo el mundo miente es su lema insignia, cree que todo el mundo es capaz de todo (niños de 12 años teniendo sexo sería un buen ejemplo de algo que no cree imposible). Los esposos envejecen sólo para aburrirse uno del otro. Todo el universo gira al rededor de él y manipula a las personas para conseguir lo que quiere.
Siempre he afirmado que la parte inconciente de nosotros es, sin lugar a dudas, un total idiota. No piensa, no es lógico ni racional. Lo único que puede hacer es sentir. Lo que siente, lo sentimos nosotros. Esto no siempre es razonable pero nos afecta y guía a nuestro conciente a hacer cosas que, en situaciones donde nuestro inconciente no se mete, no haríamos.
Hace unas semanas, tuve un altercado con una colega de la universidad. Normalmente, no le habría tomado mayor importancia y de hecho no lo hice, hasta este viernes 19 de junio. Ese día, fui a mi clase de neurología, donde vi a la chica en cuestión. El asunto no habría tenido mayor importancia de no ser porque cuando vi a Maria Inés, aunque no le quité los ojos de encima, dejé de verla y empecé a ver a Mumi, mi mejor amiga. Es innegable el parecido físico. Es extraño que no me haya dado cuenta hasta ahora, probablemente porque en mi afán de, ver un caso primero y luego, una idiota, no podía ver a Mumi como una idiota, por el parecido ya mencionado.
Yo sabía los motivos por los que había decidido investigar a Maria Inés, porque es extraña y por ende fascinante, pero, ¿podría haber habido otro motivo oculto? ¿Podría ser que mi inconciente se haya percatado antes que yo del parecido? ¿Podría eso haber influido de alguna manera en mi elección del caso? No lo sé y en este punto, resulta ya totalmente irrelevante.
Por otro lado, es aquí donde el idiota de mi inconciente hace su aparición. De pronto me encuentro sintiendo empatía y cariño por una persona que vagamente conozco y que me odia producto del altercado, sólo por su parecido físico con Mumi. Maria Inés sólo ha tenido, hasta el momento, insultos y amenazas hacia mi persona. Es ilógico e irracional que yo sienta cariño por alguien bajo esas circunstancias, pero claro, ya afirmé que el inconciente no piensa.
Afloran entonces sentimientos que mi alter-ego no debería tener. ¿Empatía y cariño en mi alter-ego? Es más probable que el planeta se enfríe por los gases de efecto invernadero a que eso suceda.
Si tomo a mi alter-ego como el cielo, a mi yo habitual como la tierra y a mi personalidad como un hombre con alas, ¿Será que un hombre alado extraña la tierra?
Según la versión de la chica en cuestión, su mejor amiga, le contó sobre mi artículo “Sweet Child o’ mine” a un amigo, quien decidió meter su hocico de perro faldero en lo que no era de su incumbencia. Producto de esto, nació mi alter-ego. Lo que ni yo me imaginaba en ese momento era que en realidad me iba a gustar esa forma de ser.
La chica por la que había movido cielo y tierra durante años, la que adoraba y que si, para qué negarlo, en un punto llegué a amar, no le podía importar menos nuestra amistad. Luego de dimes y diretes donde yo vi lo que quise ver, donde ella aparentemente sólo podía pensar en ella y el daño que le había hecho, donde ni siquiera al final pudo ser sincera conmigo, mi alter-ego pasó a tomar el papel protagónico en mi vida.
Este personaje, inspirado en el Dr. Gregory House, de la serie de televisión Dr. House, es un maldito hijo de puta al que no le puede importar menos los sentimientos del resto, que detesta a las personas, que tiene curiosidad por todo lo extraño. Su palabra favorita es idiota, no cree en reglas y siempre ve la forma de “darles vuelta” para pasar sobre ellas y salirse con la suya. Es un observador minucioso, analiza cada palabra que cada persona dice, la forma de decirlo y saca conclusiones. Un maldito hijo de puta manipulador sin ninguna consideración por los sentimientos de los demás y un total maestro en lo que hace sería la descripción más acertada. Es alguien que dice lo que piensa y lo que cree, al diablo lo que los demás piensen de él. Miente, engaña y roba, de ser necesario, para conseguir lo que quiere. Cuando se trata de resolver un caso, hace lo que sea para lograrlo. Si de ver lo que otros no ven se trata, él es el maestro indiscutible. La razón y la lógica juegan papeles protagónicos en su vida. La religión y el amor son idioteces para él. Todo el mundo miente es su lema insignia, cree que todo el mundo es capaz de todo (niños de 12 años teniendo sexo sería un buen ejemplo de algo que no cree imposible). Los esposos envejecen sólo para aburrirse uno del otro. Todo el universo gira al rededor de él y manipula a las personas para conseguir lo que quiere.
Siempre he afirmado que la parte inconciente de nosotros es, sin lugar a dudas, un total idiota. No piensa, no es lógico ni racional. Lo único que puede hacer es sentir. Lo que siente, lo sentimos nosotros. Esto no siempre es razonable pero nos afecta y guía a nuestro conciente a hacer cosas que, en situaciones donde nuestro inconciente no se mete, no haríamos.
Hace unas semanas, tuve un altercado con una colega de la universidad. Normalmente, no le habría tomado mayor importancia y de hecho no lo hice, hasta este viernes 19 de junio. Ese día, fui a mi clase de neurología, donde vi a la chica en cuestión. El asunto no habría tenido mayor importancia de no ser porque cuando vi a Maria Inés, aunque no le quité los ojos de encima, dejé de verla y empecé a ver a Mumi, mi mejor amiga. Es innegable el parecido físico. Es extraño que no me haya dado cuenta hasta ahora, probablemente porque en mi afán de, ver un caso primero y luego, una idiota, no podía ver a Mumi como una idiota, por el parecido ya mencionado.
Yo sabía los motivos por los que había decidido investigar a Maria Inés, porque es extraña y por ende fascinante, pero, ¿podría haber habido otro motivo oculto? ¿Podría ser que mi inconciente se haya percatado antes que yo del parecido? ¿Podría eso haber influido de alguna manera en mi elección del caso? No lo sé y en este punto, resulta ya totalmente irrelevante.
Por otro lado, es aquí donde el idiota de mi inconciente hace su aparición. De pronto me encuentro sintiendo empatía y cariño por una persona que vagamente conozco y que me odia producto del altercado, sólo por su parecido físico con Mumi. Maria Inés sólo ha tenido, hasta el momento, insultos y amenazas hacia mi persona. Es ilógico e irracional que yo sienta cariño por alguien bajo esas circunstancias, pero claro, ya afirmé que el inconciente no piensa.
Afloran entonces sentimientos que mi alter-ego no debería tener. ¿Empatía y cariño en mi alter-ego? Es más probable que el planeta se enfríe por los gases de efecto invernadero a que eso suceda.
Si tomo a mi alter-ego como el cielo, a mi yo habitual como la tierra y a mi personalidad como un hombre con alas, ¿Será que un hombre alado extraña la tierra?
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